Ayer en el supermercado, el olor de un arreglo
nuevo en un rincón de la sección de frutas y verduras me transportó a mi
infancia en la Comunidad Teológica de la Ciudad de México. Habían tejocotes, canela, piloncillo,
mandarinas, caña de azúcar, pasas y tamarindos, los ingredientes para el ponche
caliente de la navidad Mexicana. Me detuve un momento para respirar los receurdos.
"La posada," la fiesta Mexicana de la
navidad, es un tiempo especial para recordar cómo María y José no pudieron
encontrar dónde quedarse en Belén.
Recuerdo el dulce olor del ponche llenando la noche fría de invierno
conforme decorábamos con papel picado y el pesebre. (¡En mi familia, llegaban
los reyes magos al pesebre en el tren de juguete de mi papá!) Las piñatas de aquel entonces eran estrellas
de papel maché pero con corazón de olla barro, llenas no de dulces como hoy
día, sino de caña de azúcar (que pelábamos con los dientes, y después de chupar
las fibras, escupíamos en el patio) y de mandarinas. ¡Hasta este día, me encantan las mandarinas y
evito las piñatas! No me se me puede
olvidar cómo, de niños, teníamos que esquivar los filudos pedazos de olla que
volaban por el aire después de los alocados batazos de algún niño vendado
armado con un palo de escoba. ¿A quién se le ocurre?!!
Uno de los villancicos de navidad que se canta
durante "la posada" ha estado en mi cabeza todo el mes. Este canto tradicional involucra la representación
de una parte de la historia de navidad.
La mayoría de los asistentes se quedan afuera de la casa o el lugar
donde se ha preparado la fiesta. Se
visten con disfraces y dos personas representan a María y José. Aquellos que están dentro de la casa representan
a los que llenaban la posada, y entre ellos, se selecciona a alguien para
representar al dueño. Los que están
afuera y los que están adentro se turnan cantando el siguiente villancico.
José, María y los que están afuera cantan:
En el nombre del cielo os pido posada, pues no
puede andar mi esposa amada.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
Aquí no es
mesón, sigan adelante. Yo no puedo abrir, no sea algún tunante.
José, María y los que están afuera cantan:
No seas inhumano, tennos caridad, que el Dios de los cielos te lo
premiará.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
Ya se pueden ir y no molestar, porque si me
enfado, los voy a apalear.
José, María y los que están afuera cantan:
Venimos rendidos desde Nazaret. Yo soy
carpintero, de nombre José.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
No me importa el nombre, déjenme dormir, pues
ya les digo que no hemos de abrir.
José, María y los que están afuera cantan:
Posada te pedimos, amado casero, por sólo una
noche para la Reina del Cielo.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
Pues si es una Reina quien lo solicita, ¿cómo
es que de noche anda tan solita?
José, María y los que están afuera cantan:
Mi esposa es María, es Reina del Cielo, y madre
va a ser del Divino Verbo.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
¿Eres tu José? ¿Tu esposa es María? Entren, peregrinos, no los conocía.
José, María y los que están afuera cantan:
Dios pague señores, vuestra caridad, y que os
colme el cielo de felicidad.
El dueño de la posada y los que están adentro responden:
Dichosa la casa que abriga este día a la Virgen
Pura, la hermosa María.
En este
momento, se abre la puerta y los que están afuera entran y todos cantan:
Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban
este rincón, no de esta pobre morada sino de mi corazón.
Esta noche es de alegría, de gusto y de
regocijo, porque hospedaremos aquí a la Madre de Dios Hijo.
He estado pensando en estas palabras y si acaso
María, José y su bebé aun por nacer serían llamados por otros nombres hoy
día. ¿Serían acaso turistas, migrantes,
refugiados, viajeros o desplazados en vez de peregrinos?
Tenemos
todos los anteriores aquí en Chiapas al estar preparando para el adviento, la
posada y la Navidad. Mientras que las
noticias mundiales se enfocan en una caravana de migrantes, y el gobierno
Mexicano trata de responder a la presión interna e internacional, las noticias
y el gobierno se mantienen en silencio en cuanto a los más de mil niños,
mujeres, hombres y ancianos forzados a salir de sus tierras la semana pasada
aquí en los altos Chiapas. Esta es una
de varias comunidades forzadas a desplazarse en los últimos años. Partidos políticos y compañías mineras,
energéticas o forestales igual que los carteles
se pelean por las valiosas tierras donde han vivido los pueblos
originarios. Una estrategia para
"vaciar" estas áreas de sus poblaciones y abrir el territorio a
"nuevos negocios" de todo tipo, ha sido hacer que una comunidad se
pelee contra la otra, soplando sobre las brazas de conflictos territoriales nunca
resueltos. Es casi imposible
desenmarañar el tejido de intereses y alianzas secretas entre el gobierno y los
partidos políticos, las multinacionales y las mafias (que trafican en armas,
drogas y personas. )
·
Los
desplazados vienen, huyendo de violencia en sus comunidades escondidas entre
los cerros.
·
Los
turistas de Europa y Estados Unidos vienen a ver los sitios arqueológicos de
las antiguas civilizaciones Maya.
·
Los
migrantes del Caribe y Centro y Sur América vienen, algunos de paso a Estados
Unidos, y otros para quedarse.
·
Los
refugiados vienen, escapando de amenazas de muerte especialmente en Honduras y
El Salvador, y ahora de Nicaragua, también.
·
Los
peregrinos vienen buscando medicina alternativa de sanadores Maya o para
visitar las comunidades en resistencia y aprender de sus propuestas políticas y
sociales.
·
Viajeros
vienen, personas que se enamoran de la belleza y diversidad de Chiapas, se
quedan un tiempo, y luego se van otra
vez.
En el sur de México, las personas están en
constante movimiento. Por lo tanto, es
un lugar maravilloso para practicar los dones y los desafíos de la
hospitalidad. Los hermanos y las
hermanas del programa Retoños en las ruinas: esperanza en el trauma en
Juchitán, Oaxaca, a quienes he estado acompañando por más de un año desde los
terremotos de septiembre 2017, son un ejemplo
de cómo la hospitalidad de "la posada" se expresa en el día a
día Mexicano. Algunos aun no han
regresado a sus casas después de los terremotos porque no han podido lidiar con
los costos exagerados de la reconstrucción.
Otros aun no tienen trabajo pues no se han repuesto los negocios
locales. Y sin embargo, cuando el más
reciente de las caravanas migrantes desde Centroamérica pasó como a 50
kilómetros de su ciudad, por varias semanas prepararon comida caliente, y
viajaron hasta la carretera por donde pasaron los caminantes, y atendieron a
sus necesidades como podían.
Sabemos cómo se siente estar sin hogar, el
querer algo mejor para la familia, pero sentirse impotente. También sabemos cómo se siente al recibir el
amor, el cuidado y el acompañamiento del pueblo de Dios que vino a nosotros justo
en el momento de nuestra mayor necesidad.
Teníamos que compartir lo poco que teníamos con los que no tenían nada,
ni siquiera un lugar seguro donde dormir.
Los hermanos y las hermanas de Juchitán me han
inspirado para encontrar nuevas formas para celebrar "la posada", la
fiesta mexicana de la hospitalidad, en esta navidad. Les invito a que todos abramos un rincón de
nuestros corazones a peregrinos, turistas, migrantes, refugiados, viajeros y
desplazados y a recordar lo que dice Hebreos 13:2 (DHH) " No se olviden de ser amables con los que lleguen a su
casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles."