Al estar orando y pensando en los retiros, encuentros y campamentos del
Centro Shalom que ya comienzan y en mi rol como capellana, he sentido de parte
del Señor compartir con ustedes algunos de los conocimientos y “pepitas de oro”
o “perlas de sabiduría” que he adquirido al través de los muchos años que llevo
trabajando en campamentos. Comencé este
ministerio de campamentos cuando tenía quince años, como apoyadora con grupos
de niñas. A los 17 años, participé en mi
primer campamento formal del todo un verano con niños y niñas de los barrios
más pobres de Nueva York. Además de ser
mi primer año en la universidad y mi
primer año en Estados Unidos, también fue mi primera experiencia con niños y
niñas en situación de riesgo social cuyos traumas y el difícil medio familiar evidenciaban en graves
comportamientos anti-sociales. Ese
verano hubieron motivadores que se vieron confrontados con niños apuntándoles con
cuchillos que habían llevado a escondidas al campamento, niños que mordían y amenazaban, niños que se escapaban para hacer
maldades a media noche. Fui motivadora
de una niña que gritaba en la noche sin despertar. A sus ocho años de edad repetía con sollozos
entre sus sueños, “mamá por favor ya no me hagas eso, me duele mucho, por favor
ya no.” Tuve que hacer mi primer informe
sobre sospecha de abuso por escrito para entregarlo posteriormente al director
y a la asistente social. Aprendí la importancia de tener un protocolo claro para la prevención y la detección de abusos.
Después, al trabajar y vivir con monjas progresistas con una perspectiva constructivista de la disciplina, aprendí a explicar las expectativas de comportamiento con claridad como también las consecuencias naturales de no cumplir con las normas. (Ejemplo: Hay que usar zapatos siempre en campamento donde quiera que estemos. Si no usamos zapatos, podemos pisar una víbora venenosa – había muchísimas en ese campamento – y nos pueden morder.) También aprendí a nunca amenazar con algo que no podía cumplir ya que siempre puede haber algún participante que se sienta tentado a probar los límites.
Después, al trabajar y vivir con monjas progresistas con una perspectiva constructivista de la disciplina, aprendí a explicar las expectativas de comportamiento con claridad como también las consecuencias naturales de no cumplir con las normas. (Ejemplo: Hay que usar zapatos siempre en campamento donde quiera que estemos. Si no usamos zapatos, podemos pisar una víbora venenosa – había muchísimas en ese campamento – y nos pueden morder.) También aprendí a nunca amenazar con algo que no podía cumplir ya que siempre puede haber algún participante que se sienta tentado a probar los límites.
Es así que les ofrezco estas
“Conversaciones con la capellana.” Le
invito a cada uno de los miembros del equipo pedagógico a que entren en este
diálogo conmigo. Estoy abierta a sus
preguntas, comentarios, dudas y reflexiones.
Espero que éste pueda ser un espacio de aprendizaje mutuo y anhelo
entregarles, como también recibir de ustedes, las bendiciones y el crecimiento
que Dios ha soñado para el Centro Shalom.