Dónde hay humo, hay
fuego
Como incienso quema la resina del corazón del ocote, pino
Monctezuma, llamándonos alrededor del altar Maya. Nos reencontramos, Cristianos y aquellos que
no profesan ninguna fe, Tseltales, Tzotziles, Europeos, Mexicanos,
Estadounidenses, Canadienses, Libaneses,
atraídos y atraídas por el olor, el fuego y las flores del espacio
sagrado. Oramos por el despertar de la
paz en medio de la crisis política y la violencia, oramos por valentía conforme
desaparece la diversidad ambiental a nuestro alrededor, oramos por justicia en
comunidades devastadas por la migración, el alcoholismo, el tráfico de
drogas. Oramos por el pueblo
Estadounidenses para que tengan la valentía y la perseverancia, la sabiduría y
la fuerza para pararse con dignidad, como lo han hecho los Maya una y otra vez,
atreves de los siglos, doblándose ante la opresión pero sin romperse,
resilientes y resistentes. En cada
oración volteamos hacia el oriente y el occidente, norte y sur.
Me resisto a abrir mi corazón en este espacio liminal, en el
umbral entre el cielo y la tierra, por el olor. A miles de kilómetros de distancia, las
plantaciones de pino de las poderosas empresas forestales se queman como fósforos
rojos cubriendo los cielos azulados de Chile con un manto pesado color
plomo. Hogares, iglesias, bosques
nativos se contagian y caen como ante una epidemia en llamas. Un brote amenaza al
Centro Shalom de la Iglesia Pentecostal de Chile y la reserva nacional de los
Altos de Lircay, tierras que conozco como la palma de mi mano, Como
con las otras situaciones mencionadas en las oraciones, hay poco que yo puedo
hacer. Finalmente, cuando volteamos
hacia el sur, me entrego: siento el
temblar de colibríes, lagartos, condores, zorros, árboles ancestrales. Es el terror ante el fuego y la humanidad rapaz. A miles de kilómetros, en las sierras de
Chiapas, rodeada por personas en un lugar donde "el amor y la verdad se
darán cita, la paz y la justicia se besarán" (Salmo 85:10) lucho contra
una desesperación insidiosa y respiro profundo, llenando mis pulmones con el
olor de compromiso, imaginación y gozo que abunda en medio de la lucha por
Shalom. "Pues Dios no nos ha dado
un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen
juicio." (2 Tim. 1:7)
Elena Huegel
2 de feb.
2017