Edwin Markham

"Burlado" por Edwin Markam

Dibujó un círculo para afuera dejarme-
Hereje, rebelde, así de mi mofarse.
Pero el Amor y yo con ingenio ganamos:
dibujamos un círculo y lo atrapamos!

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Luciérnagas

            Este mes pasado ha sido una montaña rusa de emociones.  Llegué a Texas justo antes del huracán Harvey y mi vuelo a Puerto Rico fue cancelado.  Esperé dos días en la casa de mis padres conforme recibíamos las noticias de las inundaciones en Houston.  Algunos de mis amigos allá tuvieron hasta un metro y medio de agua en sus casas, mientras que mi hermano, David, y su familia miraban como el agua subía por la calle,  pero después bajaba antes de entrar a su casa.  Por fin pude viajar a mi destino original, Puerto Rico, para facilitar dos cursos del segundo nivel en el programa Retoños en las ruinas: esperanza en el trauma - Odisea de la sanidad: esperanza para individuos y Transformación de conflictos para congregaciones y comunidades.  Me había programado para permanecer en Puerto Rico por varios días adicionales para evaluar el programa, cuando apareció el huracán Irma.  Los hermanos y las hermanas de Puerto Rico, con la preocupación de que quizá no podría salir si me quedaba, decidieron que era mejor que cambiara mi vuelo y así me subí a uno de los últimos vuelos que salía de la isla.  De vuelta en Texas, vi por las noticias la devastación del huracán Irma en las islas del Caribe y Florida.  Y allí también me llegó la noticia del terremoto en Chiapas y Oaxaca.  Llegué por fin a mi casa en Chiapas y encontré que todo dentro de mi casa estaba bien.  No así en el resto de la ciudad y el estado.  Sentí el segundo terremoto con epicentro cerca de la Ciudad de México.   Hoy llega la noticia de otro puente caído en Oaxaca gracias al temblor de 6.1 esta mañana.  Y sigo esperando noticias de Puerto Rico, golpeada ahora por el huracán María...
            En las próximas dos semanas estaré co-facilitando un curso de cinco días en el Seminario Intercultural Mayense con el tema de procesos de luto, dignidad y resiliencia y un curso de dos días con el tema de Los cuatro vientos: Esperanza para comunidades traumatizadas.  Aunque estas actividades ya estaban en agenda, creo que las perspectivas y expectativas han cambiado ante los eventos de las últimas semanas,
            Este jueves pasado, acompañé a un equipo del Instituto  de Estudios e Investigación Intercultural por la carretera que une Chiapas con Oaxaca, la zona más afectada por el terremoto del 7 de setiembre.  Pensando en las experiencias que tuve en Chile después del terremoto y el tsunami del 27 de febrero del 2010, le animé al equipo a que buscáramos señales de resiliencia y esperanza en medio de la devastación.  Conforme viajamos por los pueblos de Ixtepec and Ixtaltepec, pasamos por casa tras casa con techos caídos, grietas en las paredes o reducidas a montones de escombros.  Pero también vimos personas trabajando a pleno sol limpiando ladrillos y tejas para ser reutilizadas, abriendo espacios para la reconstrucción y ayudando a sus vecinos con las necesidades básicas.  Nuestro destino final para el día fue Juchitán, Oaxaca, la ciudad más grande afectada por ese terremoto, y todavía sintiendo el poder de las réplicas.  Por medio de contactos del Instituto, pasamos dos horas con 63 pastores, pastoras y líderes de la Iglesia Nazarena enseñándoles sobre los primeros auxilios emocionales, la fatiga de la compasión y los peligros de no tratar el trauma.  Les invitamos a que comenzaran a soñar con las nuevas formas en que estarán involucrados e involucradas en la misión de Dios en los meses y años que vienen. Nos pidieron volver para seguir con los primeros auxilios emocionales y el desarrollo de la resiliencia, y para el próximo año, comenzar con el proceso de capacitación en Retoños en las ruinas: esperanza en el trauma.  El Instituto comenzará el proceso de conseguir los fondos para poder acompañar a este grupo de hermanos y hermanas que son un ejemplo alentador de la resiliencia:  tuvieron la capacidad de organizarse, aun en medio del caos, y representando el variado liderazgo laico y pastoral de la iglesia con jóvenes, adultos y personas mayores, profesionales y trabajadores de muchas áreas diferentes.
            Envolví un chal de oración alrededor de los hombros de la Pastora Noemí, una madre, pastora gobernante y coordinadora del seminario Nazareno en Juchitán, Oaxaca.  Este chal me lo regalaron el año pasado en la Primera Iglesia Cristiana, Discípulos de Cristo en Fort Worth, Texas y había viajado conmigo muchos kilómetros.  Sentí que la pastora necesitaba ser reconfortada y animada por todas esas oraciones.  Lloró mientras me  contó su historia, con lágrimas tanto de dolor como de gratitud.   Su esposo no estaba en su casa la noche del terremoto.  Logró bajar a su hija de cuatro años por las escaleras del segundo piso al primer piso mientras se caía la casa.  Luego trajo a su suegra de 85 años hasta el mismo lugarcito de la casa todavía de pie.  Fue un milagro que ninguna de ellas se haya cortado los pies con todos los vidrios.  Noemí volvió al segundo piso buscando en la oscuridad sus zapatos y las de su hija y suegra.  Las tres se aferraron la una a la otra en el profundo silencio y la oscuridad de la noche sin poder encontrar cómo salir de los escombros de la casa.  Fue en ese momento que vieron el primer parpadeo de luz.  Después, otro y otro y otro más.  ¡Luciérnagas!  Nunca antes habían visto luciérnagas en su casa en la ciudad.  Se abrazaron, nieta, madre y abuela, y se deleitaron contando cada luz que se aparecía antes de desaparecer.  Cuando los vecinos por fin pudieron ayudarles a salir a la calle, descubrieron que las luciérnagas habían invadido el barrio con su luz, trayendo gozo y esperanza en la más oscuras de las noches.
            Estoy buscando las luciérnagas en medio de todas las malas noticias.  Una  luciérnaga para mi es la oración por el Obispo Ken Untener que aparece arriba.  No tengo que hacer todo, pero haré lo mejor que pueda para brillar fielmente en el tiempo y el espacio donde he sido llamada a ser parte de la misión de Dios. Gracias a todos ustedes por sus mensajes y oraciones durante este mes. Por favor sigan orando por el programa de Retoños en las ruinas: esperanza en el trauma conforme acompañamos a aquellos y aquellas afectados por estos desastres y capacitamos a nuevos facilitadores para que traigan sanidad en medio de tanta necesidad.  ¡Que cado uno de ustedes pueda brillar como las chispas de una luciérnaga dondequiera que Dios le mande hoy día.


Elena Huegel, setiembre, 2017

lunes, 25 de septiembre de 2017

Oración



Ayuda, de vez en cuando, tomar un paso para atrás y mirar de largo.
El Reino no solamente está más allá de nuestros esfuerzos,
está incluso más allá de nuestra visión.
Logramos en el transcurso de la vida sólo una pequeña fracción de la magnífica empresa que es la obra de Dios. Nada de lo que hacemos se completa, lo cual es una manera de decir que el Reino siempre está más allá de nosotros.
Ninguna declaración dice todo lo que podría decirse.
Ninguna oración expresa plenamente nuestra fe.
Ninguna confesión trae perfección.
Ninguna visita pastoral aporta plenitud.
Ningún programa cumple la misión de la Iglesia.
Ningún conjunto de metas y objetivos incluye todo.

De esto se trata lo que estamos haciendo.
Plantamos las semillas que un día crecerán.
Nosotros regamos semillas ya plantadas, sabiendo ellas contienen la promesa del futuro. Establecemos los cimientos que necesitarán un mayor desarrollo.
Proveemos levadura que produce mucho más allá de nuestras propias capacidades.
No podemos hacer todo, y hay una sensación de liberación al darnos cuenta de eso.
Esto nos permite hacer algo, y hacerlo muy bien.
Puede ser incompleta la obra, pero es un comienzo, un paso en el camino,
una oportunidad para que la gracia del Señor entre y haga el resto.
Es posible que nunca veamos los resultados finales, pero esa es la diferencia entre el maestro constructor y el obrero. Somos obreros, no maestros constructores; ministros, no el mesías. Somos profetas de un futuro que no es nuestro.
Obispo Ken Untener

 
(Esta oración fue escrita por el Obispo Ken Untener.  Se incluyó esta oración en un libro sobre el Arzobispo Oscar Romero.)