Porque
nuestro Dios, en su gran misericordia,
nos trae de lo alto el sol de un nuevo día,
para dar luz a los que viven
en la más profunda oscuridad,
y dirigir nuestros pasos
por el camino de la paz.
nos trae de lo alto el sol de un nuevo día,
para dar luz a los que viven
en la más profunda oscuridad,
y dirigir nuestros pasos
por el camino de la paz.
Lucas
1:78-79
¿Alguna
vez has vivido un momento “shalom”? Uno de esos instantes inesperados donde la
paz, la justicia y el bien estar cantan en perfecta armonía? ¿Puedes imaginarte un lugar donde la música
es tan fuerte que Dios, las personas y la creación danzan juntos tejiendo la
paz con cada paso? Yo he vivido momentos
así, y en este libro quisiera compartir cómo es que podemos llegar al destino
llamado “shalom” por medio de retiros, encuentros y campamentos dedicados a ese
mismo “camino de la paz” que se menciona en Lucas 1:78-79. El Shalom de Dios como destino requiere
ineludiblemente del shalom como proceso y camino.
Más
o menos en año 1998, mientras bajaba en bicicleta por la pre-cordillera de los
Andes, me detuve a contemplar un hermoso valle con su río que tintineaba en el
atardecer otoñal. Fue un momento
Shalom Me sentía como si Dios y yo
estuviésemos bailando un vals al son de la misma música que movía los planetas
y mecía los árboles con el viento. Por
un momento, el “amor y la verdad” se habían dado cita, “la paz y la justicia”
se habían besado, “la verdad” había brotado de la tierra “y la justicia” había
mirado desde el cielo como lo dice el Salmo 85 en los versos 10 y 11.
No
tenía palabras para describir lo que había ocurrido. Fue un instante, apenas
perceptible, pero mientras la sensación persistía vibrando en todo mi ser, le
prometí a Dios que si era su voluntad que se abriera un campamento en Chile, un
lugar donde otros pudiesen experimentar la conexión y la armonía entre el
Creador, sus criaturas y la creación, yo dedicaría mi energía, dones y tiempo a
esa misión.
Como
el Salmista dice en el mismo Salmo 85, esperé y escuché, atenta para oír lo que
el Señor iba a decir, pues creía que iba a hablar de paz a su pueblo. Traté de ser fiel, y no hacer locuras,
descansando en la promesa de que él estaba preparando el camino.
Fue
así que en el año 2001, la Iglesia Pentecostal de Chile se embarcó en la
creación del Centro Shalom, un proyecto donde se explora en forma integral la educación ambiental, la educación por la paz y el
desarrollo espiritual creando un espacio seguro donde las personas puedan
reencontrarse con Dios, ellas mismas, otros y la naturaleza para promover
procesos de sanidad y de crecimiento individual y grupal por medio del
aprendizaje vivencial.
En este blog deseo presentarles las
teorías, las estrategias educativas y las mejores prácticas que se han
desarrollado en el Centro Shalom desde que comenzamos esta aventura indagando
en lo profundo y lo ancho del sueño de Dios para toda su creación. Este sueño se resume en la palabra hebrea “Shalom” el cual tiene un
significado mucho más amplio que la palabra “paz” en castellano. Es el deseo de las mejores y más ricas
bendiciones de Dios y es el sentido de tranquilidad, armonía, cooperación
y bienestar personal, comunitario y social. Es la sanidad integral de todas nuestras
relaciones quebrantadas: nuestra relación con Dios, con nosotros mismos, con
otros y con la creación. Shalom es una invitación a una búsqueda constante y
profunda del misterio de las relaciones esenciales para la vida equilibradas
por la paz y la justicia, la
verdad, y la misericordia. No podemos
alcanzar el shalom con nuestras propias fuerzas ni por medio de la organización
humana. El shalom requiere un pacto con
Dios y nuestra entrega, por fe y con esperanza, a sus directrices. “Shalom no es solamente un regalo
increíble, es una misión que lo que demanda todo (Brueggemann 122).”
Hago la comparación de entre
el campamento y la misión de un navío embarcado en la búsqueda de shalom. Shalom no es solamente el destino final de
aquel campamento cuyo objetivo es la construcción de la paz integral, es
también la brújula que indica y corrige el proceso y el progreso de la
embarcación. Zarpamos en la odisea de
shalom, creyendo en los procesos de shalom y a la vez vivenciando instantes en
los cuales pasamos por destellos de shalom, los que nos comprueban que éste
destino existe, imperfectamente en esta vida pero con todo su fulgor en la
presencia de Dios.