Conversación 21: Campamento: ¡Todos abordo!
Si
entre ustedes hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena
conducta, con la humildad que su sabiduría le da. Pero si ustedes dejan que la envidia les amargue
el corazón, y hacen las cosas por rivalidad, entonces no tienen de qué
enorgullecerse y están faltando a la verdad. Porque
esta sabiduría no es la que viene de Dios, sino que es sabiduría de este mundo,
de la mente humana y del diablo mismo. Donde hay envidias y rivalidades, hay también desorden
y toda clase de maldad; pero los que tienen la sabiduría
que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos,
bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen
el bien. Y los que procuran la paz, siembran en paz para
recoger como fruto la justicia. Santiago 3:13-18
En uno de
los más grandes poemas de la mitología griega, Homero relata la travesía de
Odiseo, quien después de la guerra de Troya, pasa por aventuras y peripecias
para llegar de vuelta a su hogar en la isla de Ítica. Cuando por fin llega a su casa, encuentra
todo en gran desorden y en el momento en que se va a desatar un aguerra civil,
la diosa Atenea interviene procurando un pacto por el cual los itacenses logran
vivir en paz.
La literatura
mundial está llena epopeyas como está que comparan la vida, con todos sus altos
y bajos, a un viaje de aventuras. Sin
embargo, es la Biblia la que nos narra la historia de Dios, quién a través de
los siglos, busca restablecer su relación con el ser humano. Es una historia épica, involucrando naciones,
pueblos, familias y personas en diferentes momentos de la historia por medio de la narración, la
poseía, los proverbios, la escritura de cartas personales y colectivas y otras
formas literarias. Sin embargo, el hilo
conductor que atraviesa todo este recuento es el inmenso amor de Dios quien se
hace humano y redime su sueño de shalom para toda la creación. En la narración Bíblica, Dios nos invita, una
y otra vez, a la gran aventura de viajar por la vida con él, entre
espinos, tormentas y tinieblas o y pastos verdes, cielos despejados y bellezas
incontables. ¿Serán pocos los que se atrevan
a esta travesía en shalom hacia shalom?
En una comunidad o campamento
cristiano, el shalom es la vocación pedagógica.
La búsqueda de shalom se asemeja a embarcarse en un velero cuyo destino
es tan importante como cada uno de los elementos en el proceso: leer el viento
e interpretar las corrientes, coordinar el timón con las velas, izar o recoger
las velas, fortalecer el trabajo coordinado de la tripulación. El director del campamento, como el capitán,
anima a cada uno de los pasajeros (participantes) y a la tripulación (equipo
pedagógico) a reconocerse como piezas esenciales para la navegación segura y
eficiente y descubre formas para empoderar a cada persona al enfrentar las
dificultades que suscitan en el viaje. Juntos, el capitán, la tripulación y los
pasajeros, resuelven problemas, disfrutan de los paisajes y pasan por lugares
inesperados donde se revelan los secretos de shalom. En cada minuto deberán recordar que están
todos “en el mismo barco” y por lo tanto, la unidad es menester.
Navegar
en barco velero toma mucha paciencia y requiere del desarrollo de habilidades
especiales. Cuando el director del
campamento invita a un proceso transformador, primero el equipo pedagógico y
después los participantes deberán estar dispuestos a aprender y a comprometerse
a un proceso que puede que tome mucho tiempo y que finalmente puede cambiar sus
comportamientos, opiniones y sentimientos.
Un campamento en busca de shalom no podrá resolver sus conflictos con
formulas rápidas o ni forzar la transformación.
Para alcanzar shalom por medio del shalom, se tiene que confiar en que
el viento del Espíritu de Dios soplará en la dirección que llevará al destino anhelado
en el momento y la forma precisa.
El
navegar en barco velero también significa que todos tendrán que trabajar duro y
mantenerse involucrados. Poco a poco se
aprenden las habilidades, se cuidan unos de otros y se logra comunicar los
sentimientos, los sueños y las necesidades más profundas. Juntos se traza la ruta hacia el destino;
juntos se administra y se cuida del barco.
Gran parte del éxito del viaje viene en el momento de darse cuenta de lo
emocionante que es emprender una aventura dependiendo de una comunidad que
tiene el mismo objetivo, respondiendo
juntos a las situaciones impredecibles, perfeccionando las habilidades por
medio de la práctica, explorando nuevas rutas, descubriendo lo bello escondido
en el compañero o compañera. Al término
de un campamento Shalom, las relaciones serán más sanas y resilientes y todos
lo que hayan participado en él, estarán preparados para enfrentar el siguiente
desafío con mayor destreza y experiencia.
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