Todos los seres humanos tenemos como una de nuestras necesidades básicas el sentirnos seguros. Esta necesidad abarca nuestra seguridad física, emocional, mental, relacional y espiritual. Desde el primer momento en que se prepara la persona para participar en el Centro Shalom, puede que suscite una conversación en su interior sobre sus expectativas y su seguridad personal. Puede que se sienta bastante intimidado y, por lo tanto, comience a preguntarse: “¿Qué van a esperar de mí?” “¿Podré cumplir con las exigencias?” “¿Estaré bien?” El motivador desde antes del momento de reunir su grupo, prepara todas las condiciones para que los participantes se sientan seguros. La sensación “de igualdad y la reducción de la intimidación, y en general todo lo que ayude a sentirse en un plano de igualdad, contribuye a aumentar la efectividad del grupo. Por el contrario, todo lo que intimide o cree sentimientos de desigualdad entre los miembros del grupo reducirá la productividad (participación, relaciones interpersonales, etc.) y el deseo de estar en el grupo” (Aguilar 17). Podemos ayudarle a cada participante a pensar en lo que necesitan, personalmente, para sentirse seguros.
· ¿Cuáles son los comportamientos que te hacen cerrarte o que te
impiden compartir abierta o calmadamente?
· ¿Qué tipos de interacciones
te animan a mantenerte abierto e interesado en lo que los demás están diciendo?
· ¿Que cosas necesitas en el ambiente grupal para que puedas
experimentar cómodamente con nuevas habilidades y estar dispuesto a ser
vulnerable mientras aprendes? (Prestwood-Taylor
y Smith “Creating Safe Space”)
El motivador deber de mantener en
constante equilibrio las necesidades individuales y las necesidades grupales,
la seguridad de cada persona y la creatividad del grupo. Cada persona es como un punto dentro de su
“metro cuadrado” que delimita el espacio donde se siente cómodo y seguro. Cada individuo experimentará el desequilibrio
y la inseguridad de esta experiencia nueva en diferentes maneras. Algunas personas podrán acercar ese punto a
la orilla de su metro cuadrado de seguridad atreviéndose de a poquito a probar
cosas nuevas paulatinamente, mientras que otros se lanzarán fuera del metro
buscando la adrenalina y la emoción del riesgo.
El motivador tendrá que equilibrar entre no forzar a algunos y tirarles
las riendas un poco a otros. Además,
debe vigilar que la presión que ejerce el grupo sobre el individuo no lo fuerce
a ir más allá de lo que está listo o a indagar en alguna área contra su
voluntad.
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